Nueva Zelanda, casi en el extremo sur del planeta, dos
islas grandes y otras más reducidas, fue un viaje con significado a Naturaleza,
pero a lo máximo, desde picos, lagos, volcanes, fiordos y glaciares.
Desde España, tres vuelos hasta llegar a Auckland, la
ciudad con más población, muchos kilómetros por delante hasta finalizar el
viaje, de nuevo, tras la experiencia al volante en Bali, conduciendo por la
izquierda.
La energía interna del planeta también aquí se mostraba
visible como en Rotorua, en el parque
termal Waiotapu, una maravilla termal, donde recorrer sus senderos era
trasladarse a calderas, fumarolas, cráteres hundidos, una energía interna que
aprovechó el pueblo maorí desde su establecimiento en Aotearoa, el primer
nombre que dieron los maoríes a Nueva Zelanda, conectando plenamente con la
naturaleza, aprovecharon el calor interno para actividades diarias como cocinar
o bañarse.
Las aguas subterráneas con elevada temperatura salían en
forma de vapor, favoreciendo un paisaje de colores, por minerales oxidados, con
marrones, amarillos, rojizos o azulados.
La conocida piscina de champán generaba una paleta de
colores cambiantes, según la luz solar, los vientos, las tonalidades eran
distintas.
Nueva Zelanda ha sido el exponente no sólo de la fuerza que
la creó, continúa burbujeando, recordándonos que se mantiene muy activa.
Y la memoria histórica, esa que en muchas ocasiones se nos
olvida, nos demuestra como el pueblo maorí supo vivir perfectamente en armonía
con la tierra a la que llegó, aprovechando la energía termal en su vida
cotidiana, respetando el entorno.
Enlace de interés: https://www.newzealand.com/
viajarconrosana.blogspot.com