Nueva York fue la puerta de
entrada a la segunda visita a Estados Unidos, una gran urbe, conocida, famosa,
muy filmada, con grandes símbolos, la ciudad que se reinventa para continuar
siendo la más diferente.
Uno de sus símbolos es La Estatua de la Libertad, ubicada en La Isla de la Libertad, Liberty Island, su silueta desde el ferry gratuito que une Manhattan y Staten Island era grandiosa, aunque otras miradas viajeras dicen que a distancias cortas es muy distinta.
Aunque los recorridos, durante la
estancia en Nueva York, no sólo se centraron en Manhattan, valorada como el centro de Nueva York, muchos enclaves y
actividades se concentran en este distrito.
Los paseos en Central Park, el área campestre de la
gran ciudad desde el siglo XIX, conectaba naturaleza y visitas, muy cerca de
grandes construcciones y equipamientos, en pleno centro, un espacio también
para la vida de animales.
Con una amplísima oferta de
museos, el Museo de Historia Natural, centró
las tres visitas realizadas a última hora de la tarde, impresionantes fueron
los esqueletos de grandes dinosasurios, como el Tiranosaurio Rex, con más de 37 metros de largo.
En Times Square las luces de anuncios publicitarios digitales transmitían un ritmo trepidante, animación en
la fila de gente para comprar entradas, del desorden aparecen personajes, como
un vaquero, cowboy americano, el entretenimiento estaba garantizado.
Rascacielos, la gran urbe hacia arriba, las primeras torres de
edificios más bajos contrastaban con los
modernos, el negocio de los miradores, las experiencias inmersivas, todas las
opciones para contemplar las panorámicas de Nueva York en altura.
Un edificio muy valioso,
remodelado, la Estación Central, la Grand Central Station, con entrada principal apoteósica, como si
fuera una espectadora, desde el piso superior, observando el trajín de los
viajeros, parecía que estaba viendo una de tantas historias filmadas.
La primavera en Nueva York fue
fría, al menos durante el viaje, pero sin duda, había que caminar y recorrer la
ciudad todo lo que se pudiera y el Puente de Brooklyn no podía faltar,
cuanta historia en el que fue en su época, el siglo XIX, el puente colgante más
largo del mundo.
En el Distrito financiero, las
emociones, el recuerdo del ataque del 11
de septiembre de 2001, con el resurgir del agua en los espacios de las
extintas torres, los nombres de las personas fallecidas, algunas rosas
colocadas en el monumento y muy cerca el edificio inmaculado, color blanco del Oculus,
una central de transportes.
La historia continúa su curso, de
la llegada de numerosos inmigrantes en los islotes cercanos al puerto de Nueva
York, desde el siglo XX a nuestros días,
la gran urbe es testigo de sus posibilidades, expectativas, una gran ciudad
llena de dinamismo, incansable.
Pero me quedo con los miradores a
pie de suelo con vistas a New Jersey,
con la ciudad que da prioridad a los peatones, que apuesta por muelles
renovados, con un sinfín de programas
culturales, con edificios que coexisten, los de piedra y los de cristal, con
nuevas formas, como en el Museo de
Historia Natural, el Gilder Center, que
recuerda los huecos y esculturas
naturales que realiza el agua sobre rocas, en definitiva, un Nueva
York repensándose.
Enlace de interés: https://www.nyc.gov/
viajarconrosana.blogspot.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario