Aunque
el primer contacto con la temperatura de la isla indonesia de Bali fue a
primera hora de la mañana, tras salir del aeropuerto Denpasar-Ngurah Rai, se
notaba el ambiente tropical, el calor húmedo, pero a mediodía era muy difícil
exponerse al sol.
Bienvenida
a Bali.
Con el
servicio de taxi se empezaba a vivir atascos, carreteras estrechas, tráfico
intenso, muchísimas motos y especialmente el sonido de pitidos constantes, que tenían
un significado “no te muevas porque voy a adelantarte”.
Tras
la estancia de tres días en Ubud, sí, me estrené conduciendo a la izquierda, nunca
me había visto entre tanta moto, había que conducir con todos los sentidos en
la carretera.
Ubud era
el latido de la isla de Bali, su centro, donde conocí, al igual que en toda la
isla, como los balineses colocan pequeñas canastas con flores, arroz, hojas de
palma, Canang sari, además de sahumerio, un palito de incienso, en
el que el humo está presente, ofrendas diarias, simples pero muy bellas.
En la
avenida principal de Ubud estaba el templo
Saraswati, entre estanque de flores de loto, iluminado durante la noche, fue
el mejor escenario para el espectáculo de danza Legong, con movimientos que sólo actores jóvenes pueden realizar,
dada las exigencias de flexibilidad corporal.
La
avenida central también muestra el Palacio de Ubud del siglo XIX, una joya
artística e histórica, ubicado muy cercano a las calles peatonales que invitan
a los paseantes a acercarse a los puestos artesanales o de ropa.
Los
restaurantes se sucedían en el centro de la ciudad de Ubud, mostraban platos
típicos balineses acompañados de arroz caliente, pollo cocinado en caña de
bambú o con hojas de banano.
El
bosque de los monos o Monkey Forest era
la reserva natural con templos en pleno centro de Ubud, con protagonistas muy especiales,
el macaco balinés de cola larga, una visita imprescindible.
Al
norte de Ubud el templo Tirta Empul era
la mejor muestra del significado sagrado del agua como purificante, los locales
abrieron al público extranjero este espacio especial para ellos, allí los baños
de purificación eran todo un ritual.
Y a
las afueras de Ubud las terrazas sembradas de arroz, acequias, puentes,
caminos, regadíos tradicionales y el respeto a las lluvias monzónicas, al
descanso de la tierra para nuevas siembras, no había latifundios, sólo pequeñas
propiedades, eran las terrazas de
arroz de Tegalalang, incluso Jatiluwih alcanzó ser catalogada
como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.
Sin
duda, Ubud fue la mejor forma de comenzar el viaje a Bali.
viajarconrosana.blogspot.com
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