Hasta
llegar a Jaén era rodearse de olivos, para comprenderla mejor había que subir a
su atalaya, el Castillo de Santa Catalina, desde donde las vistas de la ciudad
y el paisaje que la rodeaba eran magníficas; Al fondo, destacaba el Parque
Natural de Sierra Mágina, el río Guadalbullón
y el Oppidum, la ciudad íbera Puente Tablas, uno de los yacimientos
arqueológicos referentes, previos a la romanización.
La
tarde caía, el atardecer pintaba de colores dorados los campos de olivares, se
acercaba el otoño, cuando el oro líquido, como así se conoce al zumo de la
oliva, estaba maduro, con las aceitunas entre verdes y negras.
Los
olivares como espacios protegidos, la capital Jaén y su provincia muestra la
mayor superficie de olivos de nuestro planeta, una riqueza natural, cultural,
gastronómica que ha creado, incluso, el oleoturismo, para que el viajero y
visitante comprenda mejor este gran cultivo.
Bajando
a la ciudad, la esplendorosa catedral renacentista de Jaén se imponía tanto de
día como iluminada de noche, con una gran plaza delante de la fachada principal
y ésta a su vez servía como punto de encuentro.
El
casco antiguo se intrincaba con calles empedradas, conservando la identidad de
un legado arquitectónico en edificios históricos.
Visitar
el Museo Íbero de Jaén fue una oportunidad para conectar con los primeros
pobladores, que comenzaban a organizarse en las incipientes ciudades, Oppidum;
Un espacio museístico enfocado a conocer nuestros orígenes.
Jaén,
en el corazón de Andalucía conquista a sus visitantes con paisajes, patrimonio,
actividades diversas en plena naturaleza, siempre teniendo en cuenta que se
rodea de más de 65 millones de olivos, una joya, un tesoro incalculable, como
difícil es describir los sabores de su manjar, el aceite de oliva.
Enlace de interés: https://www.jaenparaisointerior.es/es/
viajarconrosana.blogspot.com
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